viernes, julio 03, 2009

Memorias de municipala.


Ya me la quisieron meter doblada el último, que digo, ni último, el día antes de tomar posesión. O tal vez fue a mi colega, el saliente, al que acompañé como carabina en sus dos últimas jornadas.
Nos había ordenado el alcalde visitar unas viviendas porque el promotor le estaba dando mucha lata con que el técnico le había dicho que hiciera unos tendederos; él los había ejecutado y luego el técnico no iba a verlos.
- Y por favor, si por casualidad no los tuviera hechos, me lo decís.
Allá fuimos y... ¿qué nos encontramos?: mamparas como las de las duchas, así como lo leéis, pero ni siquiera terminadas, tan sólo la carpintería presentada, sin cristales ni nada más, agarradas por tres o cuatro puntos a las paredes de una cocina de más o menos buenos acabados.
- Oiga, pero esto no está acabado, sólo presentado y... ¿cómo piensan rematar el hueco entre la mampara y el techo? – me atreví.
- Ya, ya… los cristales están encargados. En cuanto los traigan, los ponemos, y los remates, con escayola -aclaró el encargado.
- Mejor que no sigan – me volví a atrever.
Para empezar, los tendederos no eran tales pues por sus dimensiones no se puede materialmente ejercer la acción de tender (¡excitante tarea la de tender la ropa!) ya que no cabe alguien moviéndose. Para continuar, hacerlo con una mampara de baño es como mucha tomadura de pelo. Para seguir, como sabía que me iba a tocar a mí finalizar la historia, quería primero hablar con los responsables (la dirección técnica) para que me aclararan semejante dislate. Lo llamé, lo hablaremos… ya me amenazaba -¡el colega!- con que la obra tenía una subvención concedida y se le agotaba el plazo y nosequé, mira qué somos, y yo le dije:
- Eso déjalo que lo hablen entre el alcalde y tu cliente. Tú y yo vamos a hablar de si en el proyecto estaba así pensado, de tus razones para hacerlo y yo te juro que si la licencia de obras estaba así concedida, no seré yo quien ponga mayores problemas.
Le informé al Alcalde, como nos había pedido, y se quedó de piedra.
Ay, señor.

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