sábado, febrero 28, 2009

Tratado de Urbanismo.

Tratado de Urbanismo, por Luis Felipe Comendador.
Derechos de autor protegidos.
Algunas de sus perlas, a continuación.
Yo existo y firmo los planos, by Dios.
Todo lo verde termina siendo oro en urbanismo.
Aparquemos la vida en batería.
Aceras: no aparques tus horas.
La condición urbana exige hombres a ciegas.
Viviendas de Protección Oficial Paco Mediccis. Seremos tu ruina.
Crea espacios que yo los destruiré.
Accidente laboral: Tras la alambrada está la muerte. Muere y no protestes; es tu oficio, coño. (Mi favorita)
Construye nadas y espera al próximo muerto.
Sillas para una vida incómoda.
Komerlin: mira al mundo con ojos de aluminio.
Busca la abstracción para salir de la domesticación.
Molduras de madera verdadera, ventanas con las que cubrirse y que el mar muera en el mar.
Decorador de interiores: tira tu pintura tú y yo decido.

sábado, febrero 14, 2009

Memorias de guaPalupe.

Me han preguntado de dónde viene eso de “guaPalupe” (me han debido ver muy fea ;-).
José María Sardinero Martínez, al que perdí la pista, era un compañero de carrera, muy buen colega y muy buen amigo. Trabajamos juntos el verano de 1981 en el estudio de … (olvidé el nombre de los arquitectos) en Madrid, Príncipe de Vergara nº 3, junto al Retiro. Nos lo pasamos canela, fue mi primer sueldo, aprendimos un montón... El día de mi cumpleaños, a finales del verano, me hicieron este regalo que aún conservo, el libro “Miedo a la libertad” de Erich Fromm, un bombazo por aquellos tiempos.
Jose (sufro del mal llamado Jose-manía laboral persecutoria) tenía una novia que se llamaba como yo, Guadalupe. Para distinguirnos, Jose se inventó lo de guaPalupe. No sé que tal le sentaría a su novia pero la cosa era completamente inocente y simpática; por cierto lo último que supe de ellos es que estaban felizmente casados y tenían una lupita y dos pepitos, esto fue hacia el año 2003; es decir, unos veintidós años después del apodo.

Jose, Alberto y yo cursamos juntos los últimos años y coincidimos en el Proyecto Fin de Carrera. Recuerdo especialmente el día que me llamaron a Tribunal Oral. Era como la Inquisición, tal cual, ya que solo éramos llamados los “dudodos”.
Jose y Alberto me acompañaron hasta la puerta, me dieron una copita de coñac para aplacar los nervios y envalentonarme, me esperaron hasta que salí y… ya solo recuerdo que me suspendieron. En la siguiente convocatoria me aprobaron (siempre decimos “me suspenden –ellos-” pero “apruebo –yo-”, curioso), pero esa es otra historia, tal vez la cuente en otra ocasión.
No suelo olvidar los bellos gestos y éste fue uno, muy importante para mí.
De aquel verano tengo muy buenos recuerdos, uno de ellos el de los parques de Moratalaz y Vicálvaro que dibujamos en ese estudio de Príncipe de Vergara. Cuando fui, pocos años después, al lugar del crimen pude constatar lo distinto que es dibujar los árboles a verlos: en los planos siempre quedan bien, al natural eran simples palitos atados a una guía, ni una sombra en aquel erial sembrado de bancos y farolas. Y me di cuenta de que los jardines no empiezan a percibirse bien hasta muchos años después: cuando las plantas han crecido. Lo mismo sucede con los espacios abiertos, las plazas, las calles, la ciudad: solo hermosean en la madurez, cuando se han llenado de gente, cuando los árboles son adultos, cuando ha pasado el tiempo de asentarse y reposar.
Puede que sea ésta la razón por la que a mis colegas no les suele gustar el urbanismo: los buenos resultados tardan en aparecer.

martes, febrero 10, 2009

Todos cómplices.


A PEDRO OJEDA ESCUDERO,
por haberme "obligado" a volver.
Entrada del lunes 9 de febrero.

Resulta difícil permanecer en silencio con la que está cayendo. Se supone que debes decir algo. A mí siempre se me dio mucho mejor hablar cuando nadie lo hace, cuando no se espera de ti, cuando a todo el mundo le parece que todo va bien. Yo lo dije, lo llevo diciendo años, algunos hasta se acuerdan. Lo dije, y me miraban como un bicho raro, lo mismo que cuando ahora digo que es posible que un día una fuerza magnética estropee todos los ordenadores del mundo y nadie tengamos nada (estaría bien: partir de cero todos, lo malo es que se perderían los blogs también).
¿Qué es lo que yo decía? Pues ésto: que el “chollo” inmobiliario se terminaría, que detrás de lo inmobiliario había -hay- mucha actividad que arrastra a otros sectores y que solo esperaba que el batacazo no fuera muy bestia.
Aún queda lo peor por llegar, cuando a los parados se les acabe el subsidio de desempleo, cuando… en fin, no quiero ser agorera.
La crisis inmobiliaria se veía venir, ¿lo veían venir?... ¿En qué cabeza cabe que se construya mucho más de lo que se necesita, que la gente compre edificios como quien compra acciones, lingotes de oro o bonos del tesoro? Es de locos, siempre lo vi claro. Creo que tengo cosas escritas por ahí, voy a ver si las rescato. Pero la gente me decía que no, que soy pájaro de mal agüero, que las viviendas nunca bajan de precio, que viva la vida y alegría para el cuerpo: vamos a urbanizar. Terror. "Vamos a urbanizar", como si eso fuera camino directo y seguro al progreso y bienestar.
Vivo en un piso de alquiler porque me negaba a embarcarme en un crédito que no sabía si iba a poder pagar (soy autónoma y no tengo salario fijo). Pero, sobre todo, me negaba a pagar un precio inflado artificialmente. Discusiones con propietarios e inmobiliarias para aburrir. Hoy veo que siguen con carteles puestos de “SE VENDE” y seguramente se quejan de la crisis. Compraron por dos, quisieron vender por seis y ahora, se lamentan de que no les dan ni cuatro.
La crisis financiera no sé si también se veía venir, pero desde luego tiene su lógica: viviendas tasadas por encima de valores de mercado, solo para facilitar la concesión del crédito por el importe total del precio de venta. Estupendo. Todos cómplices: tasador, comprador, banco e intermediario.
Todos hemos sido cómplices, todos: quien quiso vender su piso por mucho más precio de lo que le costó, quien se endeudó para poder especular después, quien calló lo absurdo de esa situación, quien le dio por reclasificar con la alegría puesta en la fe de que construir es bueno por definición (solo esto daría para muchísimo...)

No, creo que no me voy a poder contener. Habeis tocado mi punto débil.

(Muchos pensarán, que esos años nosotros, José Luis y yo, "nos forramos". Pues no, mire usted, fuimos del género tonto. Pudimos haberlo hecho (?) pero no. No tiene mérito: no sabemos hacerlo.)