
Las preocupaciones diarias y una falta de concentración nos han tenido apartados de LA CASA DEL POETA. Hace unos días, nuestro habitador escribió esto:
http://diariodeunsavonarola.blogspot.com/
lunes, 18 de febrero 2008
Vivo en ese edificio viejo, pero no se lo digáis a nadie…
… Quiero una casa en medio de la soledad, una casa de muros sólidos en la que enterrarme y no volver a salir, una casa con ventanas ciegas que solo dé paso al cielo por las noches, una casa a la que nadie sepa llegar y en la que pueda vivir entre mis cosas, con mis ruidos y los de los míos…
…
…pero no tengo con qué ni cómo hacerla, ni lo tendría en tres jodidas vidas completas, porque tampoco tengo ganas de luchar ya por ese espacio.
…
Vivo en ese edificio viejo, … pero es mi casa y contiene mi historia entera, mis miserias, mi cuerpo desnudo… mi sueño diario y todo lo malo y bueno que he sentido en los treinta últimos años. En ella presentí mis caídas y celebré mis éxitos… y en ella probablemente dejaré de existir un día.No sé cómo procesar esta falta de amor hacia sus estancias, hacia la madera de sus ventanales y de sus puertas [que fueron un día mi capricho mejor], hacia la luz que toma de la calle y hacia su justa mirada al cielo.Muchas noches salgo a fumar a la ventana de la escalera y me imagino cayendo en vuelo libre hasta el acerado bicolor, y me veo contrastando esas teselas con cierto encanto trágico. Luego miro el luminoso del Hotel Colón y sigo con mis ojos el pestañeo rojo de los constantes aviones que pasan hacia el sur…Un día tuve macetas con plantas interiores en ese rellano de escalera, y las regaba cada dos o tres días, y las alimentaba con las colillas de mis cigarros… hasta que me olvidé de ellas y terminaron marchitándose, como yo lo hago ahora.No sé a qué viene todo esto ahora… solo sé que yo vivo en ese edificio viejo desde hace treinta años, pero no se lo digáis a nadie.
http://diariodeunsavonarola.blogspot.com/
lunes, 18 de febrero 2008
Vivo en ese edificio viejo, pero no se lo digáis a nadie…
… Quiero una casa en medio de la soledad, una casa de muros sólidos en la que enterrarme y no volver a salir, una casa con ventanas ciegas que solo dé paso al cielo por las noches, una casa a la que nadie sepa llegar y en la que pueda vivir entre mis cosas, con mis ruidos y los de los míos…
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…pero no tengo con qué ni cómo hacerla, ni lo tendría en tres jodidas vidas completas, porque tampoco tengo ganas de luchar ya por ese espacio.
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Vivo en ese edificio viejo, … pero es mi casa y contiene mi historia entera, mis miserias, mi cuerpo desnudo… mi sueño diario y todo lo malo y bueno que he sentido en los treinta últimos años. En ella presentí mis caídas y celebré mis éxitos… y en ella probablemente dejaré de existir un día.No sé cómo procesar esta falta de amor hacia sus estancias, hacia la madera de sus ventanales y de sus puertas [que fueron un día mi capricho mejor], hacia la luz que toma de la calle y hacia su justa mirada al cielo.Muchas noches salgo a fumar a la ventana de la escalera y me imagino cayendo en vuelo libre hasta el acerado bicolor, y me veo contrastando esas teselas con cierto encanto trágico. Luego miro el luminoso del Hotel Colón y sigo con mis ojos el pestañeo rojo de los constantes aviones que pasan hacia el sur…Un día tuve macetas con plantas interiores en ese rellano de escalera, y las regaba cada dos o tres días, y las alimentaba con las colillas de mis cigarros… hasta que me olvidé de ellas y terminaron marchitándose, como yo lo hago ahora.No sé a qué viene todo esto ahora… solo sé que yo vivo en ese edificio viejo desde hace treinta años, pero no se lo digáis a nadie.
Y cuando se lee esto, parece muy difícil estar a la altura (al menos, literaria) de nuestro habitador. Seguiremos invocando a la Musa, pero mientras, se me ocurren unas frases para dedicarle.
No diremos a nadie que tu casa es real, precisamente porque es soñada.
Tu casa es tuya porque tú la piensas, y son tus pensamientos los que le dan vida. Tus palabras modelan la arcilla que envuelve sus formas y ella se va construyendo sólo con la fuerza de tu deseo y unas leves pinceladas nuestras. No importa si la habitas o ella te habita a ti, porque creaste una relación de amor entre ella y tú tan sólida, que no se distingue una de otro, y viceversa, que diría Benedetti.
Tu prosa despoja de todo sentido la poca o mucha poesía que pudiéramos darte. Tú y sólo tú eres capaz de construir tus aposentos. Nosotros, como mucho, los interpretaremos.
Aceptada la falta de ganas de luchar por ese espacio. Luchar, a estas alturas de la vida, ni por un espacio, ni por nada. Simplemente, déjate llevar por tu imaginación. Cierra los ojos y permite que tus idean fluyan y te inunden: tu mente nunca parará quieta, aunque te resistas. No, Luis Felipe, no luches por un espacio, simplemente ábrete a él como quien se entrega en brazos de su amante: relajado, auténtico, veraz.
No diremos a nadie que tu casa es real, precisamente porque es soñada.
Tu casa es tuya porque tú la piensas, y son tus pensamientos los que le dan vida. Tus palabras modelan la arcilla que envuelve sus formas y ella se va construyendo sólo con la fuerza de tu deseo y unas leves pinceladas nuestras. No importa si la habitas o ella te habita a ti, porque creaste una relación de amor entre ella y tú tan sólida, que no se distingue una de otro, y viceversa, que diría Benedetti.
Tu prosa despoja de todo sentido la poca o mucha poesía que pudiéramos darte. Tú y sólo tú eres capaz de construir tus aposentos. Nosotros, como mucho, los interpretaremos.
Aceptada la falta de ganas de luchar por ese espacio. Luchar, a estas alturas de la vida, ni por un espacio, ni por nada. Simplemente, déjate llevar por tu imaginación. Cierra los ojos y permite que tus idean fluyan y te inunden: tu mente nunca parará quieta, aunque te resistas. No, Luis Felipe, no luches por un espacio, simplemente ábrete a él como quien se entrega en brazos de su amante: relajado, auténtico, veraz.